La capacidad de desear y la angustia se hallan íntimamente ligados porque ambos se organizan alrededor de eso que falta.
El deseo existe porque algo falta; empuja, insiste o rodea ese vacío. La angustia, en cambio, aparece cuando esa falta "falta", es decir, cuando lo que debería "faltar" se hace presente.
La angustia surge no cuando falta algo, sino cuando “falta la falta”, es decir, cuando aquello que debería permanecer velado se aproxima demasiado. El deseo quiere bordear el vacío; la angustia aparece cuando ese borde se rompe.
La angustia es el afecto que no engaña, porque muestra el punto donde el deseo se confronta con algo que no puede simbolizar ni tramitar. Ahí el deseo se detiene, se suspende, se desarma.
Deseo y angustia siempre se tocan. Por ejemplo, en un tratamiento de salud mental ─psicoanálisis─, cuando el paciente empieza a aproximarse a su deseo —no a lo que quiere—, este avance inevitablemente va a provocar la aparición de la angustia. Esta se va a evidenciar en conductas emocionales tales como temblores, ansiedad que se desplaza hacia la alimentación, malestar y un vacío que se vuelve demasiado próximo.
||
||
||